Nuestra trinchera 2.0

jueves, abril 08, 2010

Menos puños cerrados y más manos abiertas

Menos Puños cerrados y más manos abiertas



Renovar la política debe ser más que un discurso para ganar una interna partidaria. Quienes pretendemos encabezar la renovación, tenemos la obligación de darle contenido. Sino, esta se vuelve vacía y poco convocante, transformándose en una simple disputa de egos generacionales, o peor aún, de egos personales.

Renovar no es reducir el número de Rut de los líderes. Si fuera así, seria más sencillo una buena cirugía plástica a los actuales.

El insoportable ego es uno de los grandes problemas de quienes estamos en política. Nos hace muchas veces desconfiar los unos de los otros, dividirnos y terminar enfrentándonos por pequeñeces como un cargo. La renovación debe implicar un proyecto vanguardista que sea esencialmente colectivo.

No es tarea fácil. Luchar contra el ego es la madre de todas las batallas políticas y humanas. Debemos transformar nuestro ego individual en uno colectivo.

El gran desafío de los jóvenes es remplazar el "yo" por el "nosotros". Un “nosotros” que sea más que un grupo que discute en algún restaurant del barrio alto. Un “nosotros” abierto a todo el que quiera decir o maldecir, pero esencialmente a quienes quieran aportar. Eso es cambiar las prácticas. Eso es renovación.

Necesitamos una revisión en el fondo, pero también en las formas de como se ha conducido al socialismo chileno. No buscando culpables, ni pensando en lapidar a los representantes de otras generaciones. El que este libre de todo pecado que lance la primera piedra. Los líderes jóvenes también hemos cometido errores y los seguiremos cometiendo. El desafío es pensar en el PS con el cual queremos transformar Chile, con democracia interna, primarias abiertas para elegir a nuestros candidatos, con mecanismos de comunicación con la ciudadanía. Ser capaces de encabezar una izquierda que luche por la igualdad, la libertad y la fraternidad en la sociedad de una manera moderna, participativa y convocante, haciéndose cargo de las viejas banderas de lucha, pero también de las nuevas que deberemos enarbolar. Tenemos la responsabilidad de volver a enamorar a los que se desilusionaron de nosotros. Necesitamos una izquierda con menos ceños fruncidos y más ojos abiertos. Con menos amargura y rabia y con más mística y esperanza. Una izquierda con menos puños cerrados y con más manos abiertas.






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